17 de agosto. Santa Beatriz de Silva

17 de agosto. Santa Beatriz de Silva

  Nada mejor para este día grande de nuestra Santa Madre Fundadora que exponer, parte de los deseos del  padre General de los Franciscanos

Carta del Ministro general a las Hermanas de la Orden de Santísima Concepción en la Solemnidad de Santa Beatriz da Silva 2024

Apreciables Hermanas Concepcionistas, ¡El Señor les dé la paz!
De nuevo me dirijo a Ustedes mientras celebran la Solemnidad de la Santa Madre Beatriz da Silva, después de haber podido visitar algunas de sus comunidades en el mundo y así conocerlas un poco más de cerca.
La celebración del 800 aniversario de los estigmas de san Francisco es una ocasión preciosa para leer tres puntos que considero importantes para su vida contemplativa que mira a María como  Celebrar el misterio de la Inmaculada en el silencio, y en la oración.
Las fuentes hagiográficas nos narran que Francisco de Asís, tras un período intenso y en un momento de “gran tentación”, se retiró al monte Alverna para vivir una Cuaresma de ayuno y oración, como era su costumbre. Es precisamente en este contexto de silencio y oración cuando el Poverello recibe una misteriosa visita. En el Alverna, el anhelo profundo del Poverello de seguir a Cristo y de conformarse totalmente a Él se cumple en el encuentro con el Crucificado que imprime los signos del amor en su corazón y en su cuerpo. San Buenaventura resume así la experiencia de Francisco: «el verdadero amor de Cristo había transformado en su propia imagen a este amante suyo»
. El silencio había envuelto la vida de Santa Beatriz y de sus hermanas, ese silencio de María, la Toda Santa, por esta apertura a la escucha y a la oración. María es la “llena de gracia”, colmada de la belleza y santidad de Dios desde el primer momento de su concepción, modelada como «la Virgen que escucha, que recibe con fe la palabra de Dios»
. Celebren el misterio de la Inmaculada Concepción a través de la escucha, que madura en un camino de oración, nutrido por el estudio y la lectura orante de la Palabra  de Dios contenida en la Sagrada Escritura. Este es el punto decisivo para madurar una vida en el silencio y la oración y les invito a colocar la Palabra de Dios en el centro.
La escucha crece en la educación al silencio, pasando de la oración vocal a la meditación que conduce a la contemplación. Las condiciones de vida actuales, el ruido de los medios de comunicación, la dispersión en muchas actividades, posible también en sus casas, hacen que este camino sea más exigente. No podemos renunciar a él y la presencia de María en el paso del tiempo se nos ofrece como «personal, operante, ejemplar, espiritual […]. Es la presencia pneumática-personal en Cristo y en el Espíritu a través de su ser en la comunión de los Santos»
Contemplando a María en el misterio de su apertura total al Señor, ustedes, como mujeres a la escucha, pueden crecer siempre en esta dimensión profunda de la oración.
Celebrar el misterio de la Inmaculada en la alabanza. El encuentro con el Amado se convierte en un canto de alabanza; por eso, Francisco, tras el encuentro con el Crucificado, compone las Alabanzas a Dios Altísimo, oración que brota de un corazón enamorado, totalmente centrado en el Tú divino: «Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas. Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres altísimo…»
1. Celebrar el misterio de la Inmaculada en el silencio, y en la oración Las fuentes hagiográficas nos narran que Francisco de Asís, tras un período intenso y en un momento de “gran tentación”, se retiró al monte Alverna para vivir una Cuaresma de ayuno y oración, como era su costumbre. Es precisamente en este contexto de silencio y oración cuando el Poverello recibe una misteriosa visita. En el Alverna, el anhelo profundo del Poverello de seguir a Cristo y de conformarse totalmente a Él se cumple en el encuentro con el Crucificado que imprime los signos del amor en su corazón y en su cuerpo. San Buenaventura resume así la experiencia de Francisco: «el verdadero amor de Cristo había transformado en su propia imagen a este amante suyo»
. El silencio había envuelto la vida de Santa Beatriz y de sus hermanas, ese silencio de María, la Toda Santa, por esta apertura a la escucha y a la oración. María es la “llena de gracia”, colmada de la belleza y santidad de Dios desde el primer momento de su concepción, modelada como «la Virgen que escucha, que recibe con fe la palabra de Dios» . Celebren el misterio de la Inmaculada Concepción a través de la escucha, que madura en un camino de oración, nutrido por el estudio y la lectura orante de la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura. Este es el punto decisivo para madurar una  vida en el silencio y la oración y les invito a colocar la Palabra de Dios en el centro. La escucha crece en la educación al silencio, pasando de la oración vocal a la meditación que conduce a la contemplación. Las condiciones de vida actuales, el ruido de los medios de comunicación, la dispersión en muchas actividades, posible también en sus casas, hacen que este  camino sea más exigente. No podemos renunciar a él y la presencia de María en el paso del tiempo se nos ofrece como «personal, operante, ejemplar, espiritual […]. Es la presencia pneumática-personal en Cristo y en el Espíritu a través de su ser en la comunión de los Santos»
Contemplando a María en el misterio de su apertura total al Señor, ustedes, como mujeres a la escucha, pueden crecer siempre en esta dimensión profunda de la oración. Celebrar el misterio de la Inmaculada en la alabanza El encuentro con el Amado se convierte en un canto de alabanza; por eso, Francisco, tras el encuentro con el Crucificado, compone las Alabanzas a Dios Altísimo, oración que brota de un corazón enamorado, totalmente centrado en el Tú divino: «Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas. Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres altísimo…»