En este maravilloso día en que celebramos el día de nuestra vocación, nos presentamos ante ti Señor con el corazón cargado de alegría y gratitud por el don de nuestra Orden de la Inmaculada Concepción, por nuestra madre Santa Beatriz, por el don de cada uno de nuestros monasterios diseminados en el mundo, por el don de cada hermana.
Es un día histórico. Día de agradecimiento a Dios y de reflexión personal y comunitaria sobre la vivencia que hacemos del don vocacional que el Señor puso en nuestra vida para vivir el seguimiento de Jesucristo, nuestro Redentor, en este carisma.
Carisma, que, según nuestras Constituciones es “íntegramente contemplativo, que, seducida por el amor de Dios, vive el misterio de Cristo desde la fe, la oración, la disponibilidad y el ocultamiento silencioso”.
Esta forma de vida es, “a ejemplo de Santa Beatriz, una oblación personal que consagra al servicio del Altísimo y de la Bienaventurada Virgen María en el misterio de su Concepción”.
Queremos seguir dando vida a nuestro carisma, siendo significativas en este mundo que nos ha tocado vivir. Nuestra presencia silenciosa en medio de él tiene un sentido profundo porque luchamos cada día por hacer súplicas permanentes, presentándote los gozos y las esperanzas; angustias y tristezas del hombre y la mujer de hoy. Queremos atender, consolar y extender nuestras manos orantes para sanar con el bálsamo de la oración.
Dichosas aquellas que han sido inspiradas y llamadas por Dios a vivir este gran rega
lo de ser desposadas con Jesucristo Redentor y honrar a la Inmaculada Concepción.
¡¡¡Felicidades a todas las hermanas de la Orden!!!