Desde el mes de septiembre del año 1224 hasta nuestros días han transcurrido ocho siglos como nos recuerda la celebración de este centenario memorial: san Francisco de Asís recibió las “señales de la Pasión” de Cristo crucificado insignias con las que fue marcado en el monte santo de La Verna (Provincia de Arezzo en Italia). Cuando Francisco bajaba del monte llevaba en su cuerpo la efigie del Crucificado grabada en su carne no por un artista sino por la mano del Dios viviente (San Buenaventura LM 135). Desde el 14 de septiembre hasta el 17 se celebrará en el Santuario de La Verna la Solemnidad de las Llagas de San Francisco sobre todo desde el 16 con la presencia del Ministro General P. Massimo Fusarelli y los Obispos de la Conferencia episcopal de Toscana. Harán una celebración de las vísperas en la localidad de Chiusi de La Verna y desde allí subirán andando al santuario donde a las 23 Fr. Massimo celebrará la Eucaristía. El santuario permanecerá abierto toda la noche para la oración personal y el silencio contemplativo. El día 17 por la mañana a las 800 la misa en la Capilla de las Llagas y a continuación la oración de Laudes en la basílica; a las 1100 la Misa solemne con el P. Massimo Fusarelli y los obispos de Toscana. A las 1500 horas la oración de la hora nona y la procesión tradicional hacia la Capilla de las Llagas. Al final la bendición cona l reliquia de la sangre de san Francisco desde la esplanada que hay ante la basílica. Por la tarde la celebración de la eucaristía y las Vísperas en la basílica. La Puerta Santa del año centenario será cerrada el día 4 de octubre solemnidad de San Francisco de Asís después de la procesión de las 1500 horas aunque la indulgencia plenaria continuará hasta el 31 de diciembre del presente año.
La realidad de la estigmatización de san Francisco no ha sido siempre reconocida por todos aunque los estudiosos más rigurosos han considerado el dato adquirido pacíficamente en la historia como puede indicarnos Paul Sabatier en su Vie de Saint François d’Assise edición definitiva París 1931. En los últimos años ha conocido planteamientos discutibles por considerar la estigmatización como una invención propugnada por San Buenaventura en su Legenda maior y por la iconografía que se basa en la obra bonaventuriana. Así se ha renovado la discusión desde la publicación de una gran estudiosa Chiara Frugoni Francesco e l’invenzione delle stimmate. Una storia per immagini fino a Bonaventura e Giotto (Saggi 780). Einaudi Turín 1993. Es un estudio bien documentado y con análisis relevantes de los textos y de las imágenes sobre este hecho singular que representa una novedad absoluta como ya el mismo Tomás de Celano indicaba en la Vida primera 947 dando lugar a que se piense que los dos últimos años de la vida de san Francisco fueron realmente su “noche oscura” sirviéndonos del lenguaje de la mística; La Verna es así considerada su Getsemaní como muestra la apertura de libro de los Evangelios por tres veces encontrando las tres veces la Pasión de nuestro Señor Jesucristo (Ibíd. 92-93); comprendió entonces que “debía entrar en su reino a través de muchas tribulaciones de muchas angustias y de muchos combates”. Dante Alighieri lo dice claramente en Paraíso X 107: “da Cristo prese l’ultimo sigillo” (= de Cristo recibió la última señal). Es una realidad en sí misma sorprendente y necesitada de algunos matices. La señora Frugoni proponía una tesis antigua atribuyendo a Fr. Elías el plan elaborado para darle al cuerpo de Francisco marcado por las penitencias y las duras enfermedades que le habían martirizado una dimensión milagrosa y así la difusión del dato aumentaría la resonancia de su muerte y la aflicción de los frailes
La documentación más relevante es la que atestigua la estigmatización como lo hace la Carta de Fr. Elías sobre la muerte y tránsito de San Francisco; la llamada Vida primera (o Vita Beati Francisci) de Fr. Tomás de Celano que sigue la misma noticia de Fr. Elías o las anotaciones de Fr. León puestas junto a las Alabanzas al Dios Altísimo; es el autógrafo conservado en el Sacro Convento de Asís pergamino conocido como la Chartula escrita por el mismo Francisco en el monte de La Verna también contiene la bendición que Fr. León conservó hasta su muerte. Las llagas son descritas como heridas producidas por clavos cuyas cabezas sobresalen en la palma de las manos y en el empeine de los pies visibles por una parte y la otra con un color negruzco como el de los clavos de hierro. La cicatriz del costado sangraba con frecuencia lo que no parece que sucedía en las de las manos y los pies (cf. Tomás de Celano Vida primera 95). Tomas de Celano escribe su obra después de la canonización en 1229 pero recuerda muy bien que sucedió la visión y la estigmatización en La Verna y en el mes de septiembre del año 1224 en torno a la fiesta de la Exaltación de la Cruz (según san Buenaventura LM 133).
La descripción de Tomás de Celano habla de “una visión de Dios” un hombre que estaba sobre Francisco con seis alas las manos extendidas y los pies juntos parecía clavado en una cruz (Vida primera 94). Tal visión provoca la contemplación admirada de Francisco a su vez “envuelto en la mirada benigna y benévola de aquel serafín de inestimable belleza” (Ibid. 94) y en el silencio fecundo que dejaba paso a la alegría de la visión y la realidad dramática de la cruz. En ese instante luminoso aparecen en sus manos y en sus pies las señales de los clavos pero no la herida y el agujero de los clavos sino los mismos clavos formados por la carne. Ahí difiere con claridad de lo que dice Fr. Elías en su carta encíclica en la que anuncia un gran milagro por el que “nuestro padre apareció crucificado llevado en su cuerpo las cinco llagas que son los cinco estigmas de Cristo” (AF 10 pp. 523-528). En los demás datos coincide Tomás de Celano con la descripción de los clavos y la herida del costado con la carta.
En el caso de Fr. León su nota manuscrita recuerda la aparición del Serafín sus palabras y la impresión de las marcas de Cristo que dan a la experiencia de san Francisco en La Verna una intensidad de la que fue testigo Fr. León aunque no sabemos cuándo la dio a conocer a comunicar su testimonio fijado por escrito en la llamada Chartula ya que la noticia anunciada por Fr. Elías llegaría a ser junto con la descripción de Tomás de Celano una noticia de dominio público. ¿Pudo recibir Tomás de Celano el testimonio de Fr. León describiendo las llagas con las cabezas de los clavos sobresaliendo en las manos y en los pies con las puntas en la parte opuesta retorcidas y remachadas? (ex eius carne compositos” Vida Primera 95). Parece muy oportuno aceptar este testimonio de Fr. León valorando positivamente la seriedad y fidelidad de Tomás de Celano respecto del testimonio recibido. Fr. León confirma en efecto el relato de Tomás de Celano y la autenticidad de los hechos y de la noticia de Fr. Elías que subraya más la novedad del milagro pero no se opone a los datos reales atestiguados por las fuentes que hablan de las “señales de la Pasión” formadas en la carne de san Francisco aunque la aceptación no siempre fue pacífica.
A la vuelta de los ocho siglos la celebración de la estigmatización nos ayuda a destacar la gracia concedida a por Dios a san Francisco (y también a Fr. León) en momentos de oración y búsqueda movidos por la tentación y la “noche oscura” de aquellos años desde su vuelta de Tierra Santa el año 1220 con los episodios de la redacción de la Regla en 1221 que le empujaron a la renuncia a seguir gobernando la Orden. Quizá el episodio de la Perfecta alegría nos muestre en forma de parábola la realidad de su ánimo y cómo necesitaba volver a contemplar el rostro de Cristo que le había empujado a seguirlo su vocación en la iglesia de San Damián: Cristo lo miraba con los ojos del amor incondicional; eran los mismos ojos de quien desde la cruz se había sentido acogido y amado como Hijo del Padre que está en los cielos y hermano de todos los seres humanos. Por eso en La Verna “El Señor puso su mano sobre él” para encontrar esa misma mirada luminosa que nos descubre que “todo es gracia” que las mismas heridas de las llagas son “gracia” según la forma del santo Evangelio no sólo signos de dolor sino del perfecto seguimiento de Cristo unido con Él poniéndose en las manos del mismo Padre; las llagas son entonces el signo “de pertenencia a Dios y a los hermanos” (P. Maranesi). De ahí brotan La Alabanzas al Dios Altísimo.