Adviento

Adviento

El Adviento llega de nuevo, como un aire fresco, es un “renacer” es como volver a la infancia donde todo es sorpresa, admiración, gratitud… es tiempo de sentirnos otra vez “niños” que van por primera vez al cole. Y para ello la Iglesia, como Madre, nos pone en las manos la “cartilla” que es  la Liturgia, su Palabra, donde de nuevo aprendemos el abc de nuestra fe: Dios encarnado en un niño.   Es tan grande el misterio de Dios-hecho–hombre, que no somos capaces de abarcarlo de una vez. ¡Imposible!  Pero Dios como buen pedagogo, nos ofrece cada año una oportunidad  y  de la mano de la Madre la Iglesia, se renueva nuestra fe y nuestra esperanza. Dios nos habla, Dios se hace Palabra y viene hasta nosotros. !Misterio insondable!

  En Adviento Dios nos hace “soñar,” nos renueva la ilusión y la esperanza; y para ello nos da cada día un mensaje vivo e ilusionante a través de su Palabra leída y orada.

¡No temáis, el Señor vendrá! Levantad la cabeza, se acerca vuestra liberación! Y así día tras día, en los Salmos, antífonas, Lecturas…La Liturgia nos va descubriendo, llevando hacia ese encuentro que esperamos en Navidad, es un “camino” que cada día nos descubre las maravillas del amor cercano  de Dios.

Y dentro del Adviento, la gran fiesta de la Inmaculada. María está  en el corazón del misterio de la venida de Dios al mundo. Ella lo acogió en su seno con su sí, y después nos lo dio en Belén.

Pero María nos dice mucho más, María nos ayuda a entrar en el misterio de Dios a través de la contemplación de las Palabras y Hechos de su Hijo, y de su mano vivimos este rico y precioso tiempo de Adviento.

Para Ella todo era expectación ¿qué pasaría? Todo su ser a la espera, a la expectativa de la gran sorpresa… en pura esperanza, silencio, intimidad profunda, anhelo de encuentro…

Pensando en estas actitudes de María, nos interrogamos: ¿Cómo le espero yo?

¿Espero  el gran día del desposorio de Jesús con la humanidad, que me elige para ser su esposa? ¿Cómo espero este acontecimiento sin igual?”

El Adviento nos  urge a buscar a Dios por encima de todo. Dios parece empeñado en querer entrar en nuestra casa,  nos pone en vela para estar atentos, para oírle y abrirle la puerta.

 Vivimos  el Tiempo de Adviento con Gozo y esperanza, sabiendo que Dios cumple sus promesas. Él ensancha el corazón y agranda nuestra esperanza. Viene el que rompe mis cadenas, mi Rey Poderoso, mi Salvador.  ¡Le necesitamos! El mundo entero, todos los hombres ¡Le necesitan!

Unidos a la fe de la Iglesia, a la de los creyentes, los pobres, los pequeños…y sobre todo a María  de decimos: ¡¡Ven Señor Jesús!! Te queremos, te NECESITAMOS!!