ARANTZAZU hogar de la Madre, lugar de oración, de contemplación. De súplica confiada, de encuentro con una misma, con ELLa, con Él , con la@s herman@s, con… encuentro. Y… es que la Madre es siempre corazón de la familia.
Así al invocar a la Madre de ARANTZAZU, nos acogemos a su humilde “pequeñez” a esa realidad que desde el “espino” nos acoge en la debilidad, en la pobreza, en la fragilidad.Desde aquí es para nosotras un reclamo de confianza, de alegría que se alegra en lo que EL es, alegría profunda y serena que llena nuestras vidas porque no se apoya ni confían”poder” o “tener”.
Ella, desde lo alto y desde lo “pequeño” es para nosotras MADRE entrañable que se apoya en el “espino”.Ahí se eleva nuestra mirada cuando el espino se presenta en nuestra vida personal, comunitaria, federal. Leemos en el espino la dureza de la vida en la que se asiente su grandeza de Madre que nos da al Hijo. Ahí nos sentimos llamadas en la vivencia de nuestra vocación, cada día en nuestra realidad, llamadas a dar al HIJO, a darnos mutuamente al HIJO, como ella: Señora, serena, en ese continúo ofrecer y dar a aquel que se lo ha dado.
Mirarle a ELLA más y más. Desde el lugar en que vivimos pues todo lugar es hogar en ELLA.
Para todas nuestras hermanas que llevan su nombre un recuerdo especial en la oración.
