Tarde del 12 de octubre de 2024. En la población de Bermeo, situada en la costa vizcaína, un plácido sol otoñal se hacía presente en sus calles ofreciéndonos su bienvenida… Amigos y hermanos, personas creyentes y hermanas contemplativas clarisas y concepcionistas nos íbamos acercando a la iglesia del convento de San Francisco, en el centro de la ciudad…
Nos convocaba a todos la participación en la Eucaristía-Funeral por un hermano tan querido y significativo en la vida de la Provincia franciscana y de las Federaciones de clarisas y concepcionistas: Javier Unanue, que en la octava de la fiesta de San Francisco ha sido llamado a la Casa del Padre.
EL Padre Javier Unanue nació en San Sebastián, el 14 de febrero de 1936. Profesó la Regla de San Francisco el año 1953 y fue ordenado sacerdote en 1960.
Entre tan nutrida y ferviente asamblea que se disponía a celebrar la Pascua definitiva de nuestro hermano Javier, estábamos presentes hermanas concepcionistas de varias comunidades: Burgos, Peñaranda de Duero, Jesús María Valladolid, Estella, Bilbao, Logroño… en representación de toda la Federación de Concepcionistas Franciscanas “Ntra. Sra. de Aránzazu”, como expresión de amor y gratitud por el “don” del hermano Javier, que en su función de Asistente de la Federación, con su cercanía y particular dinamismo, con su palabra clara y profunda, durante dieciocho años, de 1992 a 2010, animó, alentó y se desvivió por nuestra Federación y por la Orden de la Inmaculada Concepción.
El Padre Javier ha sido para nosotras un hermano…, un testigo… un maestro…, que nos ha iluminado con su ser y con su buen hacer… Ha dado mucho a la Orden de la Inmaculada Concepción, ayudándonos a vivir en lo esencial y en la raíz de nuestra vida, impulsando aspectos tan valiosos y fundamentales para nosotras como la identidad de nuestro carisma, la fraternidad federal, la solidaridad entre los Monasterios, la formación de nuestras jóvenes, la Formación en general…
No se cansaba de hablarnos con especial cariño de la centralidad de María Inmaculada en nuestra vida, expresión del proyecto de Dios, de su Gratuidad, para Salvación de todos… La Inmaculada como obra del Padre de Jesús, que toma la iniciativa dando una orientación particular a su existencia, para llevar adelante su Obra de Salvación… La persona, vida y misión de María es “vuestra imagen” -decía-, el camino que una hermana concepcionista está llamada a recorrer en la Iglesia…
Le debíamos un homenaje de reconocimiento e indecible gratitud por tantos momentos gratificantes que él ha impulsado en nuestra Federación, y fue éste: participar en la celebración de la Eucaristía, una vez consumido el “holocausto” que fue la vida del Padre Javier, unido al Sacrificio de Cristo Sacerdote en su Misterio Pascual.
La concelebración de la Eucaristía, solemne y devota, fue presidida por el hermano Guardián de la Comunidad de Bermeo, y con él, diez sacerdotes franciscanos rodeaban el altar, además de otros hermanos.
Junto al presbiterio una gran pantalla mostraba el rostro sonriente y benévolo de nuestro hermano Javier, irradiando paz a la asamblea.
Los textos de la Eucaristía, así como los cantos, se ofrecieron en bilingüe. En el ofertorio y al final, resonaron brillantes las bellas canciones a la “Amatxo”. Canciones-plegarias que infinidad de veces cantó y saboreó con el corazón nuestro hermano Javier.
La certeza de que la vida no termina, se transforma, y que el Padre Javier ha alcanzado ya la plenitud de la vida nos llena de esperanza. “Vivo” estará también en el cada día de nuestra ruta concepcionista. Acaso, invitándonos a agudizar el oído del corazón, nos susurre: “venid, hermanas, os contaré las maravillas que el Señor ha hecho conmigo”…
Se ha abierto para él un horizonte nuevo de plenitud… Con la bendición de Dios finalizó la Eucaristía, dejando el alma del Padre Javier descansando en el corazón del Padre Bueno, de donde procedía… En nuestras Comunidades concepcionistas se prolonga la oración de agradecimiento y el canto de alabanza vespertina: “Al ocaso, desciende el sol… Cantad a Cristo, eterno día. El infunda en nuestras vidas el fulgor de la alegría”…