Fidelidad de María

Fidelidad de María

El mes de mayo tiene para las Concepcionistas un singular significado: “María”, mujer agraciada, elegida, cubierta por el Espíritu Santo y el Poder del Altísimo.
La persona de María nos ayuda y estimula a mirar su vida, vocación y misión desde actitudes de confianza, entrega, búsqueda, aceptación, constancia…, traducido en Fidelidad, dimensión que caracterizó toda su existencia. La fidelidad de María tuvo consecuencias en su vocación y misión.
1.- La búsqueda. María fue fiel, y en todo momento buscó conocer la voluntad de Dios sobre ella. Por eso pregunta: ¿cómo será esto? María, teniendo presente su realidad, pide que se le muestre el camino. Para nosotras “Hoy”, en los acontecimientos concretos de cada día, buscar la voluntad de Dios, es también ponernos en búsqueda a través del diálogo amoroso y silencioso de su Palabra. Oración convertida en respuesta y envío: “El Altísimo te cubrirá con su sombra” Lc 1,35. “Yo estaré contigo y ésta será la señal que Yo te envío” Ex 3,11-12. “No temáis. Id, avisad a mis hermanos que salgan para Galilea; allí me verán” Mt 28,9-10…
2.- La aceptación. La aceptación a la voluntad de Dios en María se convierte en un hágase, en un cúmplase, dándole a esa voluntad de Dios un puesto en su corazón. Cuando hacemos lo que María hizo, darle a los planes de Dios un puesto en el corazón, sus planes sobre nosotros, aunque muchas veces estén expuestos a las contradicciones, el amor con el que lo acogemos, nos hace vivirlo en la confianza, abandono, caminando hacia lo encomendado…
3.- La constancia. Núcleo central de la fidelidad de María. El hágase de María en la “Anunciación” encuentra su plenitud total en el hágase silencioso al pie de la Cruz. “María conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón”, vivió ese momento de oscuridad sin abandonar lo que ella había aceptado a la luz de la Palabra… Por eso celebramos la Fidelidad de Dios en María, porque Dios la eligió, la cubrió con su Espíritu y Poder, y la acompañó. También celebramos la respuesta fiel de María a ese llamado y a esa misión.
El camino de la fidelidad a Dios lo ha recorrido María y nos precede como señal ciertísima de victoria y esperanza. Ella, al alcanzar la meta, no se queda sentada en su trono, coronada de gloria, esperando que lleguen los demás. Así como lo hizo con Isabel, lo sigue haciendo con nosotras sus hijas. Se levanta y sale presurosa, se pone en camino nuevamente, se introduce en nuestras historias personales, comunitarias…, se adapta al ritmo lento de nuestro caminar, nos alienta con su presencia materna, nos impulsa con su ejemplo de fidelidad y nos sostiene en los tramos más difíciles con su cercanía y su ternura.  Y cuando entra en nuestra casa, nos saluda y nos anuncia la buena nueva de Jesús, que siempre lleva con ella. Esa buena nueva es la misma que cambió toda su existencia.