La tierra reclama su fruto: contemplamos a un Dios revestido de CARNE, de tierra, pobre, pequeño, dependiente, necesitado. ¿Desde dónde “baja”? y… ¿A dónde “baja”?
Bajando a la tierra que le reclama nos dice qué ha hecho desde la creación: comunicarse, salir al encuentro, provocar una respuesta… es la Historia de Salvación.
Y de bodas se anuncia alegría: La Palabra en la tierra se hace Alianza, fuente de vida, permanencia continua en la historia, en la Iglesia, en cada persona, en ti y en mí. La Navidad proclamación admirada de un evento que se cumple hoy; misterio para ser contemplado, amado, adorado con el corazón, con la persona entera, con nuestra riqueza y pobreza, con nuestra realdad con la que EL celebra su BODA.
EL Señor que en los cielos habita: Es el SEÑOR, el que lo llena todo, el que estando en el “cielo”, “dentro de vosotros”, nos dirá, desde ahí quiere amar, entregarse, respetar, “primerear” que nos dice el papa Francisco. Por ÉL renacidos, mujeres nuevas, personas nuevas…
Se hizo carne en la Virgen María: La presencia de Ella, María en Navidad es presencia de ternura, cariño, dulzura, adoración… mirarle a Ella, aprender de Ella a mirarle a ÉL. Ella como Juan es voz que clama en su silencio, es presencia de la sencillez, humildad y misericordia de quien en Ella se “hizo carne”. Mirarle a Ella y dejarnos mirar por Ella es vernos a nosotras mismas “carne” redimida, reconciliada, plenificada.