Un saludo, muy próxima la fiesta de nuestra Madre Santa Beatriz de Silva, que aviva en todas nosotras el
lazo profundo que nos hermana como familia espiritual y nos hace sentirnos gozosas, sostenidas y agradecidas por el carisma que compartimos. La celebración de la fiesta de nuestra Fundadora es también una buena oportunidad para fortalecer estos lazos que nos unen.
En este espíritu celebrativo, un dato muy significativo de nuestro carisma es el hecho de que Beatriz no partió su obra de un proyecto individual. Su vocación, aunque personal y única como portadora del don del Espíritu, se desarrolló y dio fruto dentro de una experiencia comunitaria. La primera Comunidad que dio origen a la Orden de la Inmaculada Concepción surgió de la experiencia de una vida compartida, guiada por un mismo propósito y una comunión sincera en torno a un mismo ideal. En los primeros años de vida de la Orden, este grupo de Hermanas fue moldeando y adaptando el incipiente carisma, en diálogo con las realidades que iban surgiendo y madurando, buscando juntas có
mo darle cauce y proyección. Podemos percibir a Santa Beatriz como una mujer auténticamente comunitaria, que vivió y maduró su vocación en relación con otras hermanas, y con ellas fue originando una nueva forma de vida evangélica, sencilla y centrada en la presencia de María.
Este aspecto de su vida es para nosotras hoy una clara llamada a la Comunidad, a la Federación…, a discernir juntas, a caminar unas con otras “en sinodalidad”, sabiendo que es en la comunión donde se fortalece nuestra respuesta a Dios…
Que nos preparemos bien para la celebrac
ión de la fiesta de nuestra Madre Fundadora, Hermanas, dando gracias por su fidelidad y por su discernimiento compartido.
