Una vez más empezamos este tiempo de gracia en el que nos preparamos para el gran acontecimiento del año, la pascua del Señor (pasión muerte y resurrección)

, tiempo en el que buscamos

nuestra conversión.

       Y en este contexto solemos hablar de preparación, de oración, ayuno, limosna. Es un tiempo especial que el Señor nos regala para profundizar en el gran misterio del Dios que se hace homb

re y se entrega por nosotros, sus hermanos los hombres y por ese camino redimirnos.

       Es también un tiempo en el debemos aprovechar para estar más con Él, para encontrar nuestro descanso, descansar en el Señor, que nuestro corazón repose junto al Suyo, pues es éste misterio al que nos

acercamos, un misterio de amor, que Él nos quiere dar a conocer de corazón a Corazón.

       Solo entrando en intimidad con ese Corazón sediento de nuestro amor, podremos ir por camino seguro hacia la conversión.

       En la noche de la Vigila Pascual encendemos un cirio, símbolo de Cristo resucitado, así como miles de gotas de cera se funden para formar un solo cirio, de la misma manera cada vez que comulgamos Cristo nos hace uno con Él, muchos hermanos que formamos un solo cuerpo, la Iglesia, cuya cabeza es Cristo; unidos por ese sacramento de amor y de unidad que requiere de tener a Jesucristo en el centro de nuestro corazón.

       Podríamos empezar este itinerario cuaresmal preguntándonos, ¿qué puesto ocupa Jesucristo en

mi existencia? Porque es el centro de nuestros corazones el lugar donde Jesucristo desea estar, Él quiere ser el Rey de nuestras vidas y hacia ahí es a donde debemos caminar en este tiempo de cuaresma. Y solo cuando lo consi

gamos, nuestra oración será un hablar de amor y nuestro ayuno un acto de amo

r y nuestra limosna un darse por amor a Él en el hermano.