Una vida habitada por la GRACIA

Una vida habitada por la GRACIA

Año tras año, en el verano hay un encuentro de hermanas para cargar las mochilas, saliendo unos días de nuestros Monasterios habituales. Así pues este año 2107, desde 31 de Julio hasta 4 de Agosto nos hemos reunido, como otros años en el Pardo. Somos 49 hermanas de distintas Comunidades de España y África. Nos acompañaba Fr. Manuel Buiza O.F.M Después de saludarnos, Nuestra Madre Coordinadora nos invitó a aprovechar el tiempo, viviendo la gracia que el Señor nos ha regalado en nuestro bautismo. El día 31 por la tarde comenzamos refrescando la memoria del trabajo hecho en el pasado año 2016.     “Óyeme te basta mi gracia déjate hacer por mi gracia que en tu debilidad demuestra mi fuerza.” G – Generosidad R – Reconciliación C – Cercanía A – Atención S – Servicio

I.- Celebrar el misterio de la Gracia:

– Gracia es un encuentro de Dios y hombre – Gracia es la presencia del Señor con cada una de nosotras – Gracia es una experiencia de FE. – Gracia es Don y tarea. Cuatro Concepciones de la Gracia:
  • Enfoque basado en la experiencia psicológica. Es la experiencia de San Pablo, San Agustín y de la escuela franciscana.
  • Enfoque basado en la metafísica clásica. LA gracia se contempla, aquí en relación con la naturaleza humana, pero contraponiéndose a ella aunque afirme su carácter de perfección de la misma.
  • Enfoque dialógico y personalista. La gracia es esencialmente encuentro de las personas divinas con las personas humanas.
  • Enfoque estructural y social. Este enfoque proviene de la teología latinoamericana donde analiza la gracia en términos de liberación de todo sistema opresivo.
La gran amenaza de la gracia es el pecado. Solo una mujer en medio de tantas “no” es, al largo de los siglos supo decir SI a la gracia. A partir de ahí el Sueño de Dios reactiva, de nuevo formamos parte este gran sueño de Dios, que está realizando en tantos hombres y mujeres. La gracia apunta a nuestra felicidad. La gracia apunta vivir de manera digna. La obediencia es vivir en la libertad. Es ser fiel a un proyecto de vida. No podemos entender la gracia sí no incrustaremos en los gestos liberadores. Nuestras comunidades son recintos de libertad, para vivir libremente. La gracia nos ayuda hacer lo que agrada a Dios, lo perfecto. La gracia nos invita a mirar por encima de nuestras categorías de bien y del mal, para situarnos en la dimensión en que es posible, a pesar de todo, vislumbrar la secreta presencia de Dios.

II. La gracia como crisis:

¿Qué le pasa a la oscuridad cuando aparece la luz? La gracia viene a cuestionar la miseria y debilidad del hombre. El amor de Dios (Gracia) al incidir sobre el hombre pecador, actúa como crisis acrisoladora, despertándolo a un proceso liberador de su proyecto de pecado habitual a un proyecto de gracia habitual. En el complejo camino que lleva a la gracia a actuar en le corazón del hombre y del mundo, ésta pone en crisis al hombre urgiéndole a transitar un proceso de liberación de todas las dimensiones que se oponen al encuentro salvífico con Dios tendiendo así, a instaurar una nueva situación de libertad en los hijos de Dios. Los evangelios nos presentan a Jesús como la crisis del mundo pecador (cf. Mt. 10,34; Jn.3, 19; 5,19-30; 12,31-47; 16,11) como aquel que con su presencia, su luz y su amor, purifica al mundo, haciéndole pasar por un proceso de conversión dolorosa pero gratificante. La crisis que genera la gracia sitúa al hombre y a la sociedad en el ámbito de un proceso purificador. La crisis, en este sentido no pertenece a la “patología” de la vida, sino a su normalidad: estamos en permanente crisis.

III. La gracia como discernimiento:

Otra mediación que nos hace vivir verdaderamente en gracia es el discernimiento, pues nos ayudará a percibir el paso del Espíritu de Dios, de su gracia, por nuestra vida. El criterio fundamental del discernimiento es CRISTO: Pobre y crucificado. Pobre en el pesebre, pobre en su vida y desnudo en la cruz. Nosotros creemos en Cristo Crucificado, es en la cruz donde Jesús nos entrega su espíritu. Y es desde la cruz desde donde tenemos que discernir. La cruz será el lugar de toda negación de mediaciones, será la única mediación real. El espíritu expirado en la cruz nos libera de la mentira sobre nosotros mismos, nos libera del fatalismo de lo “normal y natural” nos abre los ojos para ver toda la realidad con ojos nuevos. La fragilidad desde la cruz es gracia. El discernimiento es por lo tanto DON Y TAREA. Es don porque se nos da con el Cristo entregado. Es tarea porque es posible de nuestra parte mantener una actitud vigilante, despierta. La gratuidad nos ayuda a discernir. Gracia y gratuidad están vinculadas. Después de la cruz todo es gratuidad. Configurar nuestra vida desde la acción de gracia. Saber vivir dando gracias por todo: techo, pan, palabra… Dar gracias por los beneficios de la redención supone dar gracias cada día por habernos encontrado con Jesús de Nazaret y su buena noticia. Dar gracias por nuestro señor Jesucristo. Nada puede con el amor de Jesús. Jesucristo nos recuerda que nos tenemos que asumir nuestra condición humana. La gracia te da la capacidad de convivir con las hermanas desde la misericordia. “Quien no aporta se aparta, quien no construye se aleja”. La oración cristiana acontece en el secreto del corazón.

IV. María llena de Gracia:

La gran amenaza de la gracia es el pecado. Solo una mujer en medio de tantas “no” es, supo decir, al largo de los siglos, SI a la gracia. A partir de ahí el Sueño de Dios reactiva, de nuevo formamos parte este gran sueño de Dios, que está realizando en tantos hombres y mujeres. María, verdadera hija de Israel, recibe del ángel el anuncio de que ella va a ser la madre del Mesías, hijo de David e hijo de Dios. María viene a ser la Madre del Hijo de Dios. A quien concibe virginalmente. En vista de su maternidad divina María ha sido colmada de gracia. “la llena de gracia”, como la llama el ángel en su saludo. Y es que toda la vida de María es el fruto y eclosión en ella de la gracia de Dios. La gracia es la identificación plena de María. “Llamada por Dios a ser la madre del Mesías, María ha encontrado gracia a los ojos de Dios sobre la pequeñez de su sierva”. La gracia es el favor de Dios, que “hace gracia a quien hacer gracia y tener misericordia de quien quiere tener misericordia” (Ex. 33,19). Se trata de un don totalmente gratuito de parte de Dios, rico de gracia y fidelidad, que mantiene su palabra por mil generaciones” (Ex. 32,12). Así es como María ha hallado gracia a los ojos de Dios. En María, la primera redimida, la plenamente redimida, resplandece la maravillosa gratuidad del amor de Dios. María nos sitúa ante el designio y la iniciativa del Padre, que la elige como Madre de su Hijo. Nos sitúa ante el Hijo, que en su amor gratuito se hace carne para rescatarnos del Señor de la muerte. Y nos sitúa ante el Espíritu Santo, que realiza el designio del Padre en su seno, engendrando al Redentor, sin la colaboración “de varón”.

V. La gracia de ser “hijos en el Hijo:

Todos los temas sobre la naturaleza divina, la filiación divina del hombre, la unción de Espíritu Santo, la inhabitación de la Santísima Trinidad en la vida del justo y otros afines pretenden, en el fondo, expresar siempre la misma y única experiencia de la proximidad del hombre con Dios y de Dios con el hombre. Gracia más hermosa, Somos familia de Dios. Formamos parte de su familia, de la familia divina. La gracia se revela y manifiesta en su Hijo. Somos estirpe suya (Hch. 17,28). “Hijo de Dios” es la expresión clave para descifrar el misterio de Cristo Jesús y para calificar la situación del hombre ante Dios. Jesús llama a Dios “Abba” (papá) siempre que ora (Mt. 11,25-26). Su filiación es única (Mc12,6). Los hombres se convirtieron de alguna manera en hijo de Dios, Él lo es desde siempre (Lc. 2,49). Los hombres llegan a serlo por su adhesión a Jesús (Mt. 8,10-12). Según S. Pablo, Sólo Cristo Jesús es el unigénito de Dios: el hombre lo es por comunión, por gracia y por adopción (Gal. 3,27). Y es siempre el Espíritu quien nos hace tomar conciencia de nuestra real situación de hijos de Dios, (Rom. 8,15). La expresión “Hijo” traduce inicialmente la experiencia de una profunda intimidad natural con Dios, una cercanía liberadora de todo temor y una afinidad en la misma vida. Si somos hijos en le Hijo, el Hijo de Cristo Jesús constituye el lugar heurístico para saber lo que significa nuestra filiación divina.
  • Cristo Jesús , hermano de todos
  • Todos hermanos de Cristo
  • Somos hijos herederos y coherederos
  • Creados en Cristo Jesús.
El Señor nos ayude vivir su gracia en toda nuestra vida, en todo el campo.