Un día normal…llamada telefónica, y…al descolgar el teléfono una voz femenina que saluda amablemente: Soy concepcionista de Viseu, Portugal. Llamo por si podrían ir unas hermanas jóvenes a aprender a bordar a máquina. ¡Qué sorpresa! Solo tres días. ¿Cómo en solo tres días?
Total, que, cómo íbamos a decir que no a unas hermanas. Son momentos en los que surge todo el sentimiento de fraternidad y de entrega por las hermanas. Y…allá que se lanzaron a la aventura. Aquí, en Burgos, estábamos esperando las hermanas con los brazos abiertos, con el deseo de dar lo que tenemos y procurando que se sintieran a gusto, como es su propia casa.
La verdad, que han sido unos días muy bonitos, con mucha alegría, parecía que nos conocíamos de toda la vida. Y digo yo: Claro que nos conocíamos por vocación e ideal, aunque no nos habíamos visto ya caminábamos por el mismo camino.
¡Qué hermanas tan listas y aplicadas! Claro que en tres días no se puede aprender, pero sí que cogieron todas indicaciones y maneras para hacer en sus casas con mucha práctica todo lo que vieron aquí.
¡Ah! Otro aprendizaje que día a día surge en nuestra vida: Vivir la fraternidad, la acogida, la alegría de ser concepcionistas franciscanas, con todo lo que ello conlleva. Y la confianza de acudir a las hermanas en cualquier necesidad.
Ahora nos sentimos mas cerca unas a otras y vivimos más unidas. ¡Bendito bordado que une corazones!